El testador estableció el mecanismo para el visitador del Arzobispado se encargase de tomar la cuenta de la memoria instituida en la ermita de los Remedios al vicario y garantizar de esta forma el cumplimiento de lo que dejó dispuesto y ordenado, advirtiendo a los priores y administradores de las ermitas del Arzobispado a que no se entrometan en éste o en cualquier otro asunto que tuviera que ver con la memoria.
Transcurridos algunos años empezamos a encontrar noticias sobre las deudas que distintos particulares habían contraído con la memoria(5) y cómo los réditos se acumularon perjudicando a los intereses y fines de la misma, aunque no es de extrañar, pues situaciones parecidas afectaron a otros establecimientos religiosos y los pleitos que éstos mantuvieron en demanda del dinero adeudado fue norma habitual. Con la enajenación de los bienes de las cofradías, obras pías, patronatos y capellanías, entre otras, impulsada por el primer ministro Godoy, protegido de la reina María Luisa, comenzó el declive de estas instituciones religiosas, benéficas o culturales, al incautarse el Estado su patrimonio o bien fueron devueltos por la vía judicial a los parientes del fundador a partir de la Ley de 19 de agosto de 1841. Unas fueron consideradas de utilidad pública, como los hospitales y las escuelas privadas, otros desaparecieron sin más pasando sus bienes a engrosar la Caja de Amortización de Bienes Nacionales.
La capellanía que Alonso Fernández Portocarrero fundó en la ermita del venerado Señor o Cristo de los Remedios perduró en el tiempo al menos hasta bien entrado el siglo XIX. En 1807 todavía estaba atendida, como lo demuestra el nombramiento de capellán que los patronos de la misma Manuel José Mioño, presbítero y vicario de la iglesia parroquial y Ambrosio José Camacho, vicebeneficiado más antiguo hicieron a favor de Manuel Onis, presbítero como los anteriores que cubriría la vacante de Francisco de Medina, presbítero que falleció a finales del año anterior(6). Por tanto constatamos que la capellanía que el señor de Moguer, Alonso Fernández Ponocarrero, instituyó en la ermita de los Remedios estuvo atendida ininterrumpidamente según los deseos de su fundador.
Finalmente debemos resaltar, pues esta ha sido la razón de este trabajo, el vínculo afectivo y devocional que algunos miembros de los Portocarrero, señores de Moguer, mantuvieron con la ermita y advocación del Señor o Cristo de los Remedios, participando de su atracción como hicieran otros moguereños de rango social y nivel económico diferentes.