Un pregón de la señora “VIRGEN DEL ROSARIO”
Sí, ocurrió hace más de dos milenios ... En una aldea pequeña, que hoy, convertida en un gran pueblo, se conoce como Moguer ... Bajo el poder de los romanos transcurre la vida de unas buenas gentes oprimidas. Dedicados al trabajo sencillo que les permite ir viviendo en su pobreza, todos ellos esperan y ruegan por la llegada de un Libertador, de un Mesías, de un Salvador, que sus mayores les habían dicho por generaciones que habría de venir a redimirlos.
Allí, en aquella aldea, mora, Rosario, la hija de Joaquín el agricultor y de Ana la dulcera. Es una adolescente, porque, desde que cumplió los doce afios, no se le considera ni una. Es una muchacha casadera, que está prometida a José, un joven de la estirpe de David, que, como ella, ha ofrecido su vida al Señor Yahvé y a él quieren ambos consagrar la virginidad de su matrimonio.
Rosario está ahora en la soledad de su habitación. Un recogimiento místico, profundo, invade su espíritu. A la vez, le embarga una congoja muy grande por la opresión y los pecados de su pueblo.La antiguas promesas del señor Yahvé contrastan con la realidad que ella vive: su tierra tiranizada por Herodes, un rey impío y extranjero.
De pronto tiene la impresión, la sensación, de que no está sola. Alza la frente del suelo y ... ¡oh, sorpresa!, su pequeña estancia se encuentra inundada de luz. Es como si toda la radiante aurora se hubiese entrado por el ventanuco abierto en su casita. Las paredes encaladas, su vasija de cerámica, sus utensilios de hierro adquieren sensaciones nuevas.
En el centro de la estancia se condesa rápidamente la luz ... y se forma la silueta de un hombre. Rosario abre sus grandes ojos negros: se halla de hinojos ante un joven luminoso que la contempla respetuosamente y la saluda con amor ...